El grito de la gente sin voz


April 14, 2010, 7:53 a.m. | By Rachel Mulbry | 14 years, 8 months ago


Me puse de pie el domingo, y me sumé al grito, "¡El pueblo unido jamás será vencido!” Más de 200.000 personas, de los cuales la mayoría eran inmigrantes, participaron en esta ‘Marcha por América.' El propósito de esta movilización fue llamar la atención a todo el país, incluso a los legisladores y el presidente, enredados en el debate de la reforma sanitaria.

El clima de la multitud cambiaba así como las nubes, que permitían que el sol brillara y mientras que al mismo tiempo bloqueaban los rayos solares que se dirigían a la gente. Con oradores, como el senador Luis V. Gutierrez de Illinois, la gente se llenaba de esperanza, mientras que con otros oradores, el enojo se levantaba en el aire. Nydia Velazquez, líder del Comité Hispano del Congreso, mandó una amenaza sutil a los políticos estadounidenses, recordándoles del poder de los votantes latinos. También les recordó "que 10 millones de hispanos votaron,” en la elección presidencial del 2008. Con sus comentarios, Velazquez implicó que la lealtad de los votantes latinos cambiará si no se implanta una reforma migratoria justa este año.

El uniforme del día, no oficial pero sí omnipresente, era una camiseta blanca y una bandera estadounidense. Las banderas transmitían un fuerte mensaje a los que dudan del patriotismo de los inmigrantes. Aunque las banderas de Honduras, México y El Salvador se agitaban al viento, las estrellas y las rayas blancas y rojas estadounidenses ahogaban al azul y al verde de las otras banderas.

Los manifestantes viajaron de cada rincón del país para asistir a esta marcha; muchos procedían de California y Florida, y por supuesto de Maryland, Virginia y DC. Según el New York Times, los sindicatos más importantes facilitaron los autobuses para que sus trabajadores pudieran participar en este evento. Por ejemplo, gracias a la labor de un sindicato de Carolina del Norte, los trabajadores de una planta de embalaje de carne pudieron asistir a la marcha. Plantas como esta son el destino final de muchos inmigrantes indocumentados. Muchas veces trabajan en condiciones indignas sin sueldos justos ni representación en los sindicatos.

No me pareció que asistir a esta manifestación implicara peligro alguno, sin embargo muchos de los presentes corrían el riesgo de ser deportados si la policía los agarraba. Las duras circunstancias de las personas que me rodeaban no llamaban la atención de una manera tan ruidosa u obvia como los discursos, pero me ayudó a recordar la razón más importante para luchar por una reforma migratoria: La necesidad de un cambio trascendental para acabar con la injusticia social y mejorar las vidas de más de 12 millones de indocumentados en este país.




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